El poder de los Pensamientos, la Mente y las Historias que construimos para entender la Realidad.

«Tras las nubes del lenguaje hay un pequeño trozo de cielo azul» Baba Ram Dass

Por Romina Recchia

La historia que nos contamos y el poder de elegir

Desde que despertamos hasta en los sueños, nos relacionamos con la realidad a través de sesgos mentales, velos o mayas. En el budismo, se habla de ilusiones mentales que distorsionan nuestra percepción. No vivimos simplemente en el mundo; interpretamos los sucesos, construimos relatos y damos forma a una historia personal que define quiénes creemos ser.

Desde la psicología, sabemos que esta estructura narrativa nos proporciona estabilidad y sentido. Sin embargo, cuando nos aferramos rígidamente a ella, corremos el riesgo de convertirnos en prisioneros de nuestra propia identidad.

La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) explica cómo nos dejamos llevar por las reglas impuestas por estas historias y cómo dos procesos psicológicos juegan un papel fundamental en nuestra conciencia:

  • Yo Concepto: la identidad que nos contamos.
  • Yo Contexto: la capacidad de observarnos con distancia.

Nos fusionamos con nuestra historia personal, repitiéndonos ideas sobre quiénes somos, sin cuestionarlas, sean positivas o negativas. Como señalan Hayes, Stroshal y Wilson:

«Intentamos vivir dentro de las historias, ya sean grandiosas u horrorosas. Intentamos ser lo que decimos que somos. ¡Ha hecho su aparición el Ego!»

Si alguien se define como tímido, por ejemplo, es menos probable que se permita actuar con confianza en nuevas situaciones. No solo nos protegemos del peligro físico, sino también de cualquier amenaza a nuestra identidad psicológica. Esto nos mantiene atrapados en patrones repetitivos y nos impide crecer.

Sin embargo, la solución no es borrar o cambiar nuestra historia, sino transformar la relación que tenemos con ella. La clave está en el desapego: reconocer nuestros relatos internos sin fusionarnos con ellos. Aquí es donde la práctica de mindfulness resulta fundamental. Observar sin juzgar, notar los pensamientos sin seguirlos ciegamente y preguntarnos:

  • ¿Esta historia me acerca o me aleja de la vida que quiero construir?
  • ¿Me motiva a tomar acciones que me impulsan al cambio o me deja estancado/a?

Un ejercicio útil para ampliar nuestra perspectiva es imaginar que en diez años seguimos viviendo y actuando de la misma manera que hoy. ¿Qué nos diría nuestro yo del futuro, con más sabiduría y experiencia? ¿Qué consejo nos daría? Del mismo modo, si pudiéramos volver al pasado, ¿cómo cuidaríamos a nuestro niño/a interior frente a momentos difíciles?

No es posible generar cambios significativos ni tomar decisiones alineadas con lo que nos da plenitud sin desarrollar una conciencia amplia—psicológica, física y social—de la realidad.

El desapego de nuestras historias no significa ignorarlas, sino observarlas con mayor flexibilidad. Mindfulness nos permite identificar cómo nos contamos estas historias, sin seguir su reglamento automático. Nos ayuda a despertar al presente y elegir conscientemente hacia dónde queremos ir, qué acciones nos acercan a nuestra mejor versión y cuáles nos alejan.

El Yo como observador es quien identifica los fenómenos de la mente y el cuerpo sin aferrarse, quien ve la realidad basada en sucesos y elige atender sus procesos de forma flexible.

Nos definimos constantemente según nuestros roles, emociones y creencias: «Soy ansiosa», «Soy tímido», «Soy buena persona», «Nadie se esfuerza tanto como yo», «Soy depresivo», «Si me equivoco, no valgo suficiente». Estas afirmaciones repetidas pueden convertirse en verdades absolutas que limitan nuestras acciones.

El lenguaje y nuestras representaciones mentales pueden alejarnos del contacto con el presente, pero esto no es un defecto, sino parte de nuestra naturaleza humana. Lo importante es recordar que cada instante es una oportunidad para involucrarnos con el presente de manera voluntaria, centrada y flexible.