Por Lara Velázquez
Hace unas semanas, en un encuentro de Vivir con Consciencia, Coraje y Amor (ACL) nos zambullimos en una práctica facilitada, una vez más, por la inspiradora Manuela O´Connell.
La intención de la reunión fue entrar en contacto con nuestra vasta pluripotencialidad; contemplar abierta y curiosamente todas las partes que, maravillosamente, nos conforman…aquellos papeles que, consciente y/o inconscientemente, jugamos en otros momentos y/o en distintos espacios vitales, incluso simultáneamente.
Todos nuestros “yoes” temporales
Claro está que no somos lxs mismxs que ayer, ni hablar que hace unos años atrás. Trascendiendo algún tipo de juicio que esto pueda acarrear (como “estoy “peor” que antes”, “todavía no resolví x tema”, “sigo trabadx en x situación”, etc.), te invito a que, con total gentileza, simplemente observes al cambio que la vida propone continuamente y que, de forma inexorable, nos atraviesa (más allá de que para nuestra mente pueda ser “bueno”, “malo”, “peor”, “mejor”, etc.).
Entonces, podríamos decir que hace un tiempo atrás (sin importar si ayer o en el 2015) éramos un “yo” que, dado el contexto, ha ido experimentado diversas emociones, vínculos interpersonales, hábitos, etc.
Y si bien pareciera que aquella faceta nuestra pudo haber quedado atrás, esto deja huellas, conformando patrones o repertorios (contamos con muchos), los cuales pueden activarse muy automática y rápidamente ante determinados eventos.
Y dejame decirte que no hay nada “malo” en esa repetición; quizás haya situaciones a las que inconscientemente nos llevamos para continuar sanando/creciendo.
Supongamos que en tu infancia tuviste insomnio y, mediante diferentes experiencias, fuiste recuperando el cansancio reparador. Sin embargo, es muy probable que, ante situaciones de cambio, crisis y/o dolor, esa tendencia pueda reaparecer en aras de protegerte.
Todas nuestras partes en simultáneo
Por otro lado, también contamos con esas partes que que actúan al mismo tiempo en el presente; estoy segura de que no somos lxs mismxs con nuestra pareja, que con nuestrxs amigxs, que con un animal o con un profe de Yoga…
Y paradójicamente, somos todas estas facetas ¡casi sincrónicamente! Porque tampoco con cada rol y/o vínculos nos movemos siempre igual…
Eso tiene que ver con la infinidad de versiones que nos habitan… Claramente contamos con la posibilidad de jugar y tratar a quien nos atiende en una local como trataríamos a un ser querido; haciendo uso consciente de nuestro fabuloso costado multifacético y ecléctico.
La función de cada una de nuestras partes
No se trata de “ser” una parte más que la otra (quizás eso suceda orgánicamente). Tampoco se trata de reprimir otra/s por vergüenza, culpa o autoexigencia.
La propuesta tiene que ver con observar con Consciencia nuestra brillante pluripotencialidad, sabiendo que absolutamente todas nuestras partes tienen una función dado el contexto.
Tal vez algunas tuvieron que emerger en pos de la supervivencia, otras surgieron como un intento de reparación de algo de lo que nos arrepentimos. También pueden tener lugar aquellas más vinculadas al aprendizaje, la resiliencia, el crecimiento y una vida con sentido y propósito.
¡Y muchas otras más!
La teoría de la autocomplejidad de yoes (Linville)
Linville, profesora de la Facultad de Psicología en la Universidad de Duke, formuló un modelo en el que sostiene que el yo está formado cognitivamente por múltiples aspectos.
Estos dependen de 4 factores:
- El número de roles sociales que una persona ejerza (bailarina, periodista, hermana, etc.).
- Las relaciones interpersonales con las que cuenta (filial, laboral, amistoso, “ama” de mascota, etc.).
- Tipo de actividades que realiza (bailar, nadar, correr, escribir, etc.).
- Y “rasgos de personalidad” (tranquila, agradecida, confiada, etc.).
Cada uno de estos aspectos del yo organiza una serie de cualidades sobre unx mismx, impactando en el grado de multiplicidad de aspectos personales (pluripotencialidad).
Linville también desarrolla el concepto de la autocomplejidad según el número de aspectos del yo y el grado de diferenciación entre ellos. A mayor cantidad y distinción entre los aspectos, mayor el grado de autocomplejidad.
Y aquí otro dato interesante; según Linville, las personas con una elevada autocomplejidad sufren menor impacto ante sucesos vitales dolorosos o estresantes ya que cuentan con “más yoes” para sostenerse cuando alguno de ellos se ve vulnerado. Esto, no sólo se debe a la variedad de yoes, si no también a la defusión con cada uno de ellos (no fusionarnos).
Sin forma de Ser o… con todas juntas
Hace unos días, en una reunión de equipo de Vivir Psicología Integral, Romi, quien coordina el equipo, nos ofreció una breve y reveladora práctica somática. Y, en un momento, pude percibir cómo había partes de mi cuerpo que estaban tensas y otras más blandas.
Inevitablemente eso me llevó a ver desde la misma óptica a los distintos espacios vitales que nos conforman; noté cómo hay áreas de mi vida donde me siento más confiada y, por tanto, más laxa, suave y disponible. Y, de igual modo, pude darme cuenta también, cómo otros espacios vitales están en pleno proceso de cambio e incertidumbre y me siento más inestable, rígida y hasta cerrada.
También pude registrar cómo mediante la aceptación y la autocompasión de, sencillamente, abrirme con amabilidad y curiosidad a estar en proceso madurativo en algunos aspectos de mi vida/Ser (desde tal vez los más sólidos), me liberó.
Porque sí, no es necesario tener todo bajo control, resuelto y “claro y ordenado”: el desafío consiste en recordar la posibilidad de elección de quién/es de todas nuestras potencialidades nos hace sentido Ser en determinada experiencia, para transitar ese “descontrol” y caos, inherentes al ser humano (y propios de la dinámica de la vida), desde un estado del Ser que nos haga sentir en propósito y armonía.
La plastilina y una vida con sentido
Existe una fuerte tendencia a hablar(nos) del Ser como algo estático: “soy desordenadx”, “soy impuntual”, “soy aceleradx”, etc. Y esto es algo que merece atención ya que cuando apelamos verbalmente a nuestra “forma de ser”, habitualmente lo usamos para justificarnos desde nuestra propia narrativa personal; “yo soy así”, olvidándonos de la Esencia de la expresión: algo que tiene una forma y, como tal, naturalmente irá cambiando.
Visualicemos un instante la imagen de una plastilina; a eso me refiero; somos total y fascinantemente maleables.
No se trata solamente de “elegir una forma de ser” si no saber que podemos prescindir de la forma. Podemos jugar a ser (incluso en paralelo) todas aquellas facetas nuestras que nos hagan palpitar con sentido y autovalor la plenitud de nuestras dimensiones del Ser, aún cuando esas partes nuestras podrían parecer desintegradas o contradictorias.
Pimpollos en Primavera
Y aquí el recordatorio que más me movió a escribir esta nota; hay muchísimos “tejidos/órganos” = versiones de nosotrxs mismxs que aún no conocemos y que, incluso o sobre todo, en las las vicisitudes de la vida misma, la incertidumbre y su misterio, estas están ahí dentro, esperando como un bello pimpollo en Primavera, a ser abiertas, contempladas, olidas, tocadas, exploradas…
- Arturo Torres. (2017, mayo 20). ¿Qué es «el Yo» en Psicología?. Portal Psicología y Mente.
- Morales, F.(1994). Psicología Social. Madrid: McGraw-Hill.
Lara Velazquez Psicóloga Integral con orientación contextual (M.N: 69.298). Instructora de Yoga. @soylaruvelazquez. Miembro del Equipo VIVIR
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