Cuando buscamos un cambio en nuestras relaciones, muchas veces el verdadero trabajo no está en la otra persona, sino en lo que esa parte despierta en nosotros y necesitamos ver, aceptar e integrar.
por Lara Velázquez
Cuando estamos intentando generar un cambio vincular, a menudo el/la protagonista no es tanto el/la otrx, si no lo que necesitamos ver e integrar a partir de esa persona.
¿En cuántas ocasiones pareciera que estamos poniendo un límite a un/x otrx y en verdad lo estamos haciendo hacia una parte nuestra (la complaciente, la cuidadora, la todopoderosa, etc.) por medio de ese/a otrx que puede estar pidiendo o incluso reprochando algo?
Ahí podría destellarse algo de lo maravilloso que pueden ser los vínculos interpersonales y todo lo que ofrecen para aprender, crecer, madurar y evolucionar (ya sea cuando están vivos, recién nacen, se están cerrando o se cerraron).
Poniendo esto en un ejemplo. Supongamos una situación que hoy en día se sigue dando con bastante frecuencia…
Juan está acostumbrado a que María (su pareja) haga todo en su casa; cuide de sus hijxs, limpie, cocine, trabaje fuera de la casa remuneradamente, se ocupe de las compras, etc.
Hasta que un día María (cuando su tolerancia toca un umbral) toma coraje para decir basta.
¿A quién? ¿A Juan? ¿O a su parte maternal, cuidadora, complaciente (a través de Juan)?
Crisis de identidad
Claro que esto, como todo desafío, puede ser incómodo… No sólo por la tensión interpersonal que la situación podría causar, si no también por una especie de crisis de identidad: Si no soy “María la complaciente”, entonces ¡¿Quién soy?!
La crisis de identidad podría ser un resultado, una especie de punto de llegada… ¡Pero qué desafiante el tránsito de convivir con nuestra mente completamente alborotada!
¿Te volviste loca? ¿Quién te pensás que sos? Juan te va a abandonar. Esto va a implicar una crisis de pareja ¿Y lxs chicxs? No es para tanto. Hay cosas peores. Esto le pasa a todas las mujeres.
¡Uf! Me estresé sólo de tipearlo…Imaginemos lo que puede llegar a sentirse coexistir con estas narrativas internas que tienen un tono alto y poco condescendiente… (si sos humano seguro conozcas estos estados).
¿Egoísmo o autocuidado?
Vamos a lo concreto ¿Qué dice la Real Academia Española?
Egoísmo: Inmoderado y excesivo amor a sí mismo/a, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de lxs demás.
Autocuidado: el propio cuidado en términos de salud física, mental y emocional, promoviendo hábitos saludables y bienestar.
¿Qué distintos suenan, no?
Podríamos decir que el Egoísmo corresponde al Ego, lo que llamamos de forma simplista: nuestra identidad; y éste, forma parte de la mente, generando determinados pensamientos, creencias, comportamientos y emociones basados en la imagen que tenemos de nosotros/as mismos/as.
Por su parte, el Autocuidado implica una serie de conductas que corresponden más al nivel de ser conscientes de lo que es valioso para cada unx de nosotrxs.
Estas acciones también irán moldeando nuestro plano mental, emocional y vincular (y viceversa).
El Ego muchas veces está relacionado con justificarnos: “yo soy así”.
La Consciencia está más ligada a generar comportamientos alineados a lo que cada uno/a valora (lo cual condiciona las prácticas de autocuidado).

¿Cómo se relaciona esto con el cambio personal?
Es muy probable que cuando estemos iniciando alguna práctica valiosa o de autocuidado el Ego se vuelva loco haciéndonos creer que justamente estamos siendo egoístas por “cambiar”; establecer un límite, decir no o hacer algo de un modo diferente.
Qué paradójico ¿no?
Así de compleja y rebuscada puede ser nuestra mente… (en pos de nuestra supervivencia, claro).
¿Cómo promover la transformación sin padecer el mientras tanto?
Esto va más allá de privarnos de cambiar o hacerlo desde la rebeldía.
Esto es una información que puede ser importante para comprender porqué nos es tan díficil ejercer el autocuidado, aún cuando sabemos que nos conecta y nos hace bien…
El desafío consiste en recordar (una y otra vez) que nuestro Ego se resistirá al cambio y, con amor y suavidad, diferenciarnos de él; hablarle, explicarle que todo está bien, que es algo necesario, propicio y valioso… incluso agradecerle.
Porque sí, a pesar de que lo haga de un modo desadaptativo y/u hostil, él en eso ve un peligro y quiere protegernos…
De ahí que la identidad nos da seguridad.
¿Ego y Cerebro son lo mismo?
Ambos forman parte de la mente, pero tienen funciones diferentes.
El Ego corresponde a la imagen que tenemos de nosotros/as mismos/as, donde nuestra historia familiar y personal y nuestro contexto actual, serán factores claves.
El cerebro es la parte mental implicada en procesos de análisis, categorización, planificación, cálculos, ejecución, inhibición, lenguaje, etc.
Aquí también nuestro entorno pasado y presente tendrán efecto en cómo nuestro cerebro opera.
Sin embargo, generalmente, tanto Ego como cerebro, son interdependientes; se condicionan mutuamente.
Por ejemplo…
Si de pequeño me han reiterado varias veces que soy impuntual, las posibilidades de creerme (comportarme y sentirme) así, son elevadas.
Dichas creencias podrían ser parte de la identidad (soy impuntual).
Claramente voy a tener pensamientos de que soy impuntual (cerebro) y llegaré tarde a mis actividades (conductas), haciéndome sentir frustrado/a e incapaz (emociones).
Esto a su vez, reforzará la estructura de pensamiento del cerebro de “soy impuntual”, perpetuando ese tipo de pensamientos como también sus correspondientes relatos, acciones, emociones y forma de verme.
Ni el Ego ni el Cerebro son malos en sí mismos, si no que, en la mayoría de los casos, abarcan más de lo que pueden; dominando cómo nos movemos ante la vida.
Autocuidado, valores y Consciencia
Supongamos que para María la templanza es algo valioso y siente que puede acceder a ese estado a través de momentos de silencio en su cotidiano.
Hoy esto está ausente y, para poder habilitarlo, necesita establecer algunos límites en su hogar.
María entró en contacto con ese valor personal, lo hizo consciente y, a pesar de que su Ego y su Cerebro quisieron racionalizar (y evitar) la situación, logró trascender esas barreras (naturales y saludables) y se animó a expresar lo que precisaba. Dando lugar al silencio como práctica de autocuidado (guiada por lo que ella valora).
Si bien la voluntad y las conversaciones pueden haber sido cruciales, este cambio fue motivado por hacer consciente ese valor.
La Consciencia… ¿no basta?
Tal vez te estés preguntando cómo aparecieron las trabas si María estaba siendo Consciente de lo que es valioso para ella.
Pero precisamente ahora pudo ver esas trabas, como un potencial modo de atravesarlas…
Entonces, tener consciencia de los valores, no basta para evitar la presencia del Ego y ciertos pensamientos (e incluso emociones y conductas), pero sí basta para ejercitar esa distinción entre nosotrxs mismos/as y ellos; para experimentar ese pequeño grado de libertad sobre cómo escogemos responderle a su (insistente) aparición.
¿Ego y valores son compatibles?
¡Sí! Porque algo también importante de explorar estas vivencias, es que este es un posible camino de poner al Ego al servicio de nuestros valores.
No se trata de enemistarse con él, si no de usarlo a nuestro favor: lo que valoramos es lo que también nos hace únicos/as.
Ahora se puede volver nuestro aliado con el simple hecho de verlo y dialogar con él con ternura y humor, teniendo claridad y sabiduría sobre lo que es valioso para cada unx de nosotrxs en el presente.
Simple no es fácil
Dicho así suena naif, cool y hasta un poco… romántico?
Bien, estos ejercicios son tan simples como desafiantes.
La forma es sencilla, pero el sendero puede ser sinuoso y complejo…
Es por eso que la psicoterapia es un factor crucial para ir aprendiendo habilidades que permitan peregrinar esos senderos laberínticos practicando y recuperando cualidades que nos ayuden a caminar con paciencia, amor, cuidado y confianza.
Lara Velazquez Psicóloga Integral con orientación contextual (M.N: 69.298). Instructora de Yoga. @soylaruvelazquez. Miembro del Equipo VIVIR
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